domingo, 12 de julio de 2009

¿Para qué habrás preguntado?


El otro día hice una pregunta que no debí haber hecho nunca. Maldita la hora en que decidí hacerla por satisfacer mi curiosidad. Si, una pregunta de esas que piensas que tendrán una respuesta que a ti no te va ni a perjudicar ni a beneficiar. Pero claro eso es lo que piensas, lo peor es lo que ocurre después y lo que ocurre es que esa respuesta va y te deja sin pegar ojo toda esa noche y te dejará sin pegar ojo gran parte de las siguientes noches venideras.

Si, la respuesta fue de esas que te dejan pálido durante unos 10 segundos, sin habla durante otros 20 y sin saber que decir el resto del tiempo, mientras que quien está al otro lado del teléfono te pregunta ¿Qué te parece?. Y tú piensas, pues que quieres que te diga, me ha sentado tan mal como una patada en la entrepierna, pero tengo que decirte que me parece bien aunque ahora mismo se me haya caído el alma al suelo y no pueda ni agacharme a recogerla.

Eso es lo que haces en ese momento porque tienes que dártelas de fuerte y de tipo al que no le afecta nada y que comprendes todo, pero en realidad ni eres tan fuerte, si que te ha afectado la respuesta y, por supuesto, que ni lo comprendes ni piensas comprenderlo porque, sencillamente, no te da la real gana perder algo por lo que llevas detrás mucho tiempo y que en un abrir y cerrar de ojos está más en terreno ajeno que en el tuyo.

Es ahí cuando te preguntas ¿En qué has fallado? ¿Qué has hecho mal está vez? ¿Por qué no hiciste caso a ese que te lo advirtió? ¿Por qué no te arriesgaste más? ¿Por qué acaba pasándote esto a ti siempre?. Un montón de preguntas sin respuesta y que te dejan igual que estabas. Sin encontrar un remedio que te cure ese mal cuerpo que tienes y con esa sensación de que quizás se te haya escapado un tren para el que ya habías reservado billete.

No obstante, aunque eso sea así, siempre hay que confiar en que todo vuelva a cambiar, porque si algo puede cambiar de bien a mal también puede hacerlo al revés. Simplemente, hay que esperar a que ese algo aparezca y lo cambie todo cuando menos te lo esperes. La pregunta es: ¿Tendrás la paciencia suficiente para esperar? la respuesta debe dejarse en el aire, pero lo que si sabes es que otra vez antes de preguntar, por simple curiosidad, te lo pensarás, al menos, un par de veces.





2 comentarios:

Un tipo que sólo hace comentarios dijo...

La culpa no está en las preguntas ni en las respuestas, sino en el intersticio de silencio que hay entre ambas.

verisima dijo...

que buenisima observación...yo odio los silencios, son tan aburridos!!!!